Confucio fue un gran filósofo chino. Nació en el estado de Lu, en el año 551 a.C.. Destacó desde niño, pues su comportamiento no se asemejaba al de otros niños de su edad. Le gustaba conversar con los adultos y ordenaba objetos de acuerdo al ritual consagrado.
Se dice que de joven leía todos los libros que caían en sus manos, siendo un experto conocedor de la filosofía, historia y tradiciones chinas.
Ostentó cargos políticos importantes desde su juventud e hizo progresar a su estado que, enseguida empezó a destacarse sobre los vecinos. De modo que comenzó a suscitar envidia y preocupación entre ellos. Y, como ocurre tantas veces fue calumniado, en este caso, frente al príncipe gobernante, que empezó a no seguir sus consejos y abandonó el gobierno en otras manos. Confucio se marchó del estado de Lu y recorrió los estados vecinos instruyendo a seres humanos de cualquier condición social.
Murió, con 73 años, después de haber dedicado su vida a instaurar una filosofía y una forma de vida basadas en la justicia y la fraternidad.
Esta pequeña reseña biográfica es una pincelada para poder entrar directamente en su pensamiento, en esas ideas que tanto favorecieron a su pueblo y que dieron lugar a una religión que se afianzó fuertemente en China y que todavía ejerce una influencia importante para este pueblo.
Vamos a desarrollar algunos conceptos básicos que pueden servirnos como ayuda, incluso en nuestro mundo moderno. Porque un modelo de ser humano, un ejemplo de perfeccionamiento no depende, en esencia, de una época, sino que puede servir de orientación independientemente de las circunstancias históricas.
El hombre Ju:
El hombre Ju es el hombre perfecto dentro de este mundo. Para Confucio el perfeccionamiento debe realizarse en sociedad. Él no es un asceta, no se aísla para poder elevarse. Es un armonizador, un organizador, un regulador, preocupado por la convivencia, por elevar a todos. Es, en suma, el político platónico. Para él las características del hombre elevado tienen que desarrollarse en contacto con los demás.
“Un Ju es siempre amplio en sus conocimientos; cultiva su conducta sin cesar, y en su vida privada no se abandona. Cuando sale airoso, no se aparta de la verdad. En sus maneras personales, aprecia el vivir en paz y armonía con los demás. Cultiva la belleza de su carácter y es pausado en sus hábitos. Admira a los que son más inteligentes que él y es generoso con el vulgo. Por otra parte, es fundamentalmente flexible. ¡Tal es su holgura de espíritu y su serenidad de carácter!”
Igualdad entre los hombres:
El tema de la igualdad es un tema del que se habla muchísimo, quizás porque no lo tenemos muy claro.
Para Confucio los hombres son iguales en esencia y, por lo tanto, el respeto entre ellos fundamental. Los derechos, como seres humanos, indiscutibles. Pero es evidente que el comportamiento de cada ser humano es distinto. No podemos esperar las mismas cosas de todos los hombres. Es más, suelen tener comportamientos diferentes ante las mismas situaciones. Eso significa que hay diferencias, e igual que cuando un aparato no funciona bien , tenemos que cambiar algunos de sus elementos; cuando una conducta no es correcta se debe reencauzar. De la misma manera que a un niño pequeño no le confiamos el gobierno de la casa, tampoco un adulto que no reúna la suficiente madurez podrá ser un gobernante u ocupar un cargo público.
“El Hombre Superior ama su Espíritu, el inferior ama sus bienes. El Superior recuerda los castigos recibidos por sus errores; el inferior los premios y regalos que ha recibido”.
El humanismo:
El humanismo es una base clara del pensamiento de Confucio, el hombre como medida del hombre. Solo a través del perfeccionamiento del hombre se puede llegar a la captación de Lo Divino, ya que el reino de Dios está dentro del Ser Interior, aunque dormido u olvidado la mayoría de las veces.
Este enfoque humanista ha llegado a interpretarse, por algunos, como ateismo. Pero basta tomar contacto con el pensamiento de Confucio para comprender su profunda religiosidad y su enorme sentido de honestidad.
En cierta ocasión un discípulo preguntó a Confucio:
“Maestro, ¿cuál es la forma más idónea de servir a los Dioses?”.
Y Confucio contestó:
“Antes de servir a los Dioses, preocúpate de servir a los hombres que te rodean, de hacerlos nobles, valerosos, honrados justos y virtuosos; y una vez realizado lo anterior, dedícate a los Dioses”.
Por último quiero dejar una frase que refleja su sentido del hombre como unidad de conducta y pensamiento. Tan diferente a lo que hoy podemos considerar como normal, que es pensar de una manera y actuar de otra.
“Un hombre que ha cometido faltas contra el Cielo no tiene Templo donde ir ni Dios a quien rogar”.
Mª Ángeles Castro