Plotino fue el último gran filósofo del helenismo. Nació en el año 204 d. C. en Licópolis de Egipto, y tras haber recibido la enseñanza de su maestro Amonio Sacas y de una incursión en Persia como soldado a las órdenes del emperador Gordiano, estableció en Roma su Escuela y enseñó durante 25 años. Tras asistir a la primera clase de Amonio afirmó: “este es el hombre que yo necesitaba”. Llevó una elevada vida ascética y fue un gran místico.
Tenía 66 años al morir. En los aniversarios tradicionales de Sócrates y Platón ofrecía sacrificios y un banquete a sus amigos. Al morir Plotino lo hacía también la filosofía griega.. En Plotino se unen las diversas corrientes filosóficas de su tiempo, es ecléctico, heterodoxo, pero con un predominio del neoplatonismo. Enseñó a hombres y mujeres. En Plotino se aúna filosofía y religión. El pensamiento de Dios y de lo divino dominan el alma del gran neoplatónico.
Su discípulo Porfirio reunió un buen conjunto de sus enseñanzas en 54 tratados, reunidos en 6 series de 9 tratados cada una, razón por la cual fueron llamadas Eneadas. Lo que a continuación se presenta está sacado del tratado 6 de la I Eneada, “Sobre lo bello”.
1.-“¿Cuál es la causa de que los cuerpos parezcan bellos a nuestra vista, y de que nuestro oído sienta inclinación a los sonidos bellos?¿Por qué todo lo inmediatamente ligado al alma es de alguna manera bello?¿Todas las cosas bellas lo son por una misma y única belleza, o la belleza del cuerpo es diversa de la belleza de los otros seres?¿En qué consisten esta o estas bellezas?”
El hombre percibe lo bello casi siempre con la vista, aunque también lo hace con el oído. Estamos acostumbrados a hablar de un rostro bello o un bello paisaje o una melodía bella. Mas, yendo un poco más lejos, a un nivel superior percibimos la belleza en hábitos, acciones, caracteres, ciencias y virtudes bellas. Pero, yendo todavía mas lejos, nos preguntamos: ¿hay otra Belleza superior a éstas y que constituya acaso la fuente de ellas? Por encima de todos los grados de la belleza, dispersos, ¿existe el Arquetipo de lo Bello, la Fuente inagotable, unitaria y eterna de esas bellezas menores?
De un primera reflexión observamos que hay seres como los cuerpos que unas veces son bellos y otras no, de lo que se obtiene que los cuerpos son una cosa distinta a la belleza; por el contrario, la virtud o el alma van siempre asociados a la belleza.
Primeramente vamos a investigar en qué consiste la belleza corpórea. “¿Qué es eso que hace volver las miradas de los espectadores y atrae hacia sí con la seducción y deleite de su contemplación?.”
Hay una visión muy extendida según la cual la belleza visible es fruto de la simetría de las partes entre sí y en relación al todo, unida a la vistosidad de los colores. Esto bien puede ser cierto en algunos casos, pero no es completamente la verdad y no se puede hacer universal. Pues de hacerlo así, nada simple sería bello, como el oro, la luz del sol o un relámpago que fulgura en la noche. La belleza se adscribiría solamente a lo compuesto, la belleza sería privilegio del todo y las partes carecerían de ella, lo cual sería una contradicción, pues si el todo es bello las partes también habrán de serlo, porque la belleza no es algo que resulte de la agregación de elementos feos. Así pues, la belleza consiste en algo más que en la simetría y la simetría es bella por otra cosa. Y ¿qué sentido tendría hablar de simetría al referirnos a los bellos hábitos y las bellas concepciones mentales?
2.- El alma, ante la belleza de los cuerpos se compenetra intelectualmente con ella, hay un reconocimiento, una recepción, una integración del alma con ello; en cambio, ante lo feo, siente repugnancia.
El alma se regocija de entusiasmo al contemplar seres de su mismo género o que son vestigios de su mismo género; ante ellos se sobrecoge, los atrae hacia sí y se acuerda de sí misma y de lo que le es propio. Pero, ¿qué relación hay entre las hermosuras del mundo material y las bellezas inteligibles?¿Cómo se transmite la belleza desde lo inteligible a lo sensible?
Según Plotino, las cosas de este mundo son bellas en cuanto son participadas por las ideas. Según las cosas participen más o menos perfectamente de su Arquetipo Divino, de su Logos, así serán más o menos bellas, resultando lo feo de aquello que no está informado de su idea, aquello que queda fuera del Plan divino.
La idea es lo que constituye al ser múltiple en su unidad, “haciéndolo coherente y llevándolo a un acabamiento armónico por la totalización en el equilibrio de sus partes”. Siendo la idea una, uno ha de ser también lo informado por ella, en el grado de unidad que es capaz de recibir de recibir lo múltiple. La belleza penetra tanto al conjunto como a las partes; y cuando se encuentra ante un ser uno y homogéneo penetra a todo el conjunto con una misma hermosura.
“Por consiguiente, la hermosura corpórea brota de la comunicación de un ejemplar ideal venido de los dioses”.
3.- Para reconocer la belleza hay en el alma una facultad especialmente ordenada para ello. Esta capacidad estará más o menos despierta en función de que la propia alma está más o menos cercana a sí misma, al mundo que le es propio, al mundo inteligible.
¿Cómo capta el alma la belleza corpórea? La sensación capta la idea que en los cuerpos une y domina la naturaleza adversa e informe, y una forma que sobresale de todas las demás luminosa y victoriosamente; percibe con un solo golpe de vista la multiplicidad dispersa y la orienta y reduce a la simple unidad mental, poniéndolo así en armonía coherente y simpática resonancia con lo mental.
El alma capta lo inteligible que está oculto en las cosas sensibles bellas. Las cosas bellas sensibles están gobernadas por números que se rigen, no por cualquier proporción, sino por aquella que exige la sumisión a la acción dominadora de la idea.
Dentro de los elementos sensibles, el fuego es el más bello por estar más cerca de la idea. En efecto, es el más ligero de todos los cuerpos, por ser el más cercano a lo incorpóreo; está aislado y no recibe en sí a los otros elementos, mientras que los otros lo acogen a él, porque los otros se pueden calentar, pero él no se puede enfriar. Él posee el color, mientras que los otros lo reciben de él ( a oscuras no hay color, el fuego, la luz, da el color ilumina). El fuego es idea, y lo que le es inferior, recibe la belleza cuando participa de él.
4.- Esto es lo referente a la belleza sensible, pero esta belleza no es sino sombra de otra que le es superior. Ahora analizaremos las bellezas que escapan al ámbito de la percepción sensitiva.
Pero igual que hay ciegos que no pueden saber si las cosas sensibles son bellas porque no las ven, hay ciegos en alma que no pueden ver la belleza de los hábitos y la virtud. “Y es imposible que hable sobre el resplandor de la virtud el que no se imagina la belleza del rostro de la justicia o del dominio racional de sí mismo; o el que no sabe que ni la estrella de la mañana, ni la de la tarde, son tan bellas como ella.”
Para poder contemplar, el alma debe poseer el órgano que tal intuición requiere. Estas bellezas provocan en el alma un mayor arrebato y maravilla que las sensibles. El alma experimentará admiración, agradable sorpresa, deseo, amor y arrobamiento placentero.
5.- “¿Qué es lo que experimentáis ante los hábitos que se catalogan como hermosos, o ante los caracteres bellos y las maneras de proceder conformes a la razón, y en general ante los actos y hábitos virtuosos y ante la belleza de las almas?¿Qué experimentáis al contemplar vuestra propia belleza interior?¡Cuán intensa ebriedad y emoción sentís ,y qué vehemente ansia de convivir con vosotros mismos despojándoos de vuestros cuerpos!: es lo que sienten los verdaderamente enamorados.”
El objeto de estas emociones no es una figura, un color o una magnitud. Las experimenta el alma cuando descubre en sí misma o contempla en otro la grandeza de alma, un carácter justo, un inmaculado dominio propio, el valor de un rostro enérgico, la venerabilidad y el pudor que se transfigura en un modo de obrar sereno e imperturbable, y sobre todo al encontrarse frente al resplandor de la inteligencia plasmada a imagen de Dios.
Consideremos la fealdad. Supongamos un alma fea, intemperante e injusta. Está llena de numerosos deseos y de la mayor turbación, temerosa, envidiosa, mezquina. Sólo piensa en los objetos mortales y de aquí abajo, siempre oblicua, inclinada a los placeres, viviendo la vida de las pasiones corporales, encuentra su placer en la fealdad. “¿No diremos nosotros que esta fealdad misma le sobreviene como un mal adquirido, que la mancha, la vuelve impura y la mezcla de grandes males?”
6.- Los Misterios dicen de manera velada que las almas impuras, aun en el otro mundo, serán colocadas en ciénagas, debido a su atracción por lo inmundo. El alma debe purificarse, buscar lo que le es propio y alejarse de los placeres del cuerpo, en una ascesis indispensable para quitar las impurezas y llegar a lo bello.
El alma purificada se vuelve toda incorpórea e intelectiva, y pertenece toda entera a lo divino, donde se encuentra la fuente de la belleza, y de donde vienen todas las cosas del mismo género del alma. Sin el peso de la materia es el alma mucho más bella. Se dice con razón que el bien y la belleza del alma consisten en hacerse semejantes a Dios, porque de Dios viene lo Bello.
Lo Bello y el Bien se identifican, así como lo feo y lo malo. Es el Bien la fuente de donde saca la inteligencia inmediatamente su belleza, y el alma es bella por la inteligencia. Las bellas acciones y ocupaciones están más cerca de lo Bello y el Bien que los objetos sensibles y por eso su belleza es mayor.
7.- Es necesario al alma subir de nuevo hacia el Bien, y para ello deberá despojarse de todo aquello de lo que se revistió al bajar a la materia. Los que han visto la Belleza divina, llenos de estupor benéfico, llenos de espanto y de placer, son poderosamente atraídos hacia Ella, despreciando ya en adelante la belleza efímera de los otros cuerpos. Pues el que ve el Bien en sí en toda su pureza, a diferencia de aquel que siente aún el peso de la carne y el cuerpo, se da cuenta de que las otras bellezas son adquiridas, mezcladas y no originales, pues todas ellas provienen de la Belleza una que irradia de Dios, su fuente inagotable.
“Si, pues, uno ve a Aquel que provee de Belleza a todas las cosas, pero que la da permaneciendo en sí mismo y que no recibe nada de nadie en sí; si uno permanece en esta contemplación gozando de Él; ¿qué belleza le faltará todavía?”
Al alma se le impone una lucha titánica, en la que debe realizar su máximo esfuerzo, a fin de no quedarse sin participar de la mejor de las visiones; si el alma logra llegar es feliz gracias a esta visión beatífica. “El verdadero y el único desgraciado es aquel que no descubre lo bello; para obtenerlo es necesario dejar a un lado los reinos y la dominación de toda la tierra, del mar y del cielo, si, gracias a este abandono y a este desprecio, puede volverse hacia El para verlo.”
8.- El hombre no debe quedar aprisionado por las bellezas de los objetos sensibles; antes bien, ha de reconocer en ellas sombras, reflejos de otra Belleza que es su fuente y ha de tratar de remontarse por esta escala de seres y bellezas relativas hasta llegar a la Fuente de todas ellas. Por encima de todos los grados en que la Belleza es participada en la escala de los seres está la Belleza en sí, que se identifica con el Bien, Belleza eterna e inmutable, inagotable, fuente de las demás bellezas.
Como Ulises escapó de los encantamientos de Circe y Calipso para dirigirse a su verdadera patria. Es este un viaje que no se realiza con los pies, al menos con los pies físicos, sino cambiando una forma de ver por otra y para ello hay que “despertar esa facultad que todo el mundo posee, pero de la cual pocos hacen uso”.
9.- El alma debe ir ascendiendo en la contemplación de la belleza de manera gradual. Primero viendo las obras bellas, no las de arte, sino las de los hombres de bien. Luego es necesario ver el alma de aquellos que realizan las obras bellas.¿Y cómo puede hacerse esto? Mirando sobre uno mismo. “Si tú no ves todavía la belleza en ti, haz como el escultor de una estatua, que debe ser bella; toma una parte, la esculpe, la pule, y va tanteando hasta que saca líneas bellas del mármol. Como aquél, quita lo superfluo, endereza lo que es oblicuo, limpia lo que está oscuro para hacerlo brillante, y no ceses de esculpir tu propia estatua, hasta que el resplandor divino de la virtud se manifieste, hasta que veas la temperancia sentada sobre un trono sagrado.”
Porque debe el ojo hacerse de la misma naturaleza que el objeto de su visión para poder contemplarlo. El alma no verá lo Bello si no es bella.
A. Jurado.
BIBLIOGRAFÍA: El alma, la belleza y la contemplación. Plotino. Espasa-Calpe Argentina. Colección Austral. 1950.