¿Podemos pensar absolutamente solos, sin ninguna influencia? Creo que no, que nadie tiene esa capacidad, sino que, en todo caso, podemos asumir ideas de otras personas que se ajustan tanto a las nuestras como para que lleguemos a sentirlas decididamente propias.
Lo que podemos hacer es interiorizar ideas, pensamientos, creencias que intuimos que son las que mejor nos cuadran.
En cuestión de convicciones, no interesa la originalidad, el tener una idea nueva nunca expresada hasta ahora, sino vivir con propiedad una idea que puede venir desde tiempos remotos y que, sin embargo, nos resulte útil y apropiada para elaborar todo un sistema de valores relacionados.
El primer paso, pues, consiste en abrir la mente bajo sus aspectos de imaginación creadora e intuición, no cerrarse.
Del ejercicio del pensamiento, del saber escuchar, del saber leer, del detenerse en las palabras y en lo que ellas significan, se abrirá paso poco a poco la confianza en las certezas que empiezan a despuntar.
El segundo paso es intentar vivir, aplicar esas ideas e intuiciones, hacerlas nuestras, probar, aunque cometamos errores y equivocaciones, porque también se aprende de los errores.
Si logramos vivir plenamente unos pocos sentimientos grandes, unas pocas ideas claras, experimentaremos la seguridad de sabernos dueños de nosotros mismos.
Claro está que no debemos confundir nuestras convicciones con la verdad absoluta.
Querer es poder. Y en este caso, si quieres, podrás empezar a vivir de manera convincente tus mejores sentimientos, ideas y valores morales.
La llave está en ti.
Extraído del libro “Qué hacemos con el corazón y la mente”
Delia Steinberg Guzmán